martes, 9 de noviembre de 2010

QUIERO SENTIRME VIVO EN MI CIUDAD.

Últimamente he leído varias noticias sobre el pequeño comercio en La Coruña y las protestas de los comerciantes, las acciones y reacciones políticas.

Todo esto me hizo pensar y recordar, como, no hace tanto tiempo vivíamos en la ciudad.

Supongo que los comerciantes están que arden por la continua promoción de las grandes superficies.

Esto ha degradado desde hace tiempo la vida en esta ciudad y yo desde luego añoro algunas cosas.

Creo que el gran declive comenzó cuando se dejaron de apoyar y se permitió que cerrasen los cines de nuestra ciudad, cambiándolos por numerosas salas dentro de estas naves industriales.

Recuerdo no hace tanto, aquellos paseos por la Calle Real camino del cine Avenida, Teatro Colon, o el Rosalía.

Normalmente caminaba con mis amigos desde Los Mallos por la Cuesta de la Unión, Plaza de Orense donde se vendían unos riquísimos bocadillos de calamares.

Plaza de Pontevedra, San Andrés llena de comercios que han ido cerrando. Camino de algún cine.

Como cantaba Sabina “Una de Romanos”.

Ella tenía catorce abriles en canal

sobre la rodilla rebeca para disimular.

Aquel sabor a chocolatina, a piel, saliva y sudor

la carne de gallina me pone en el corazón.

 

En pantalla Dalila cortaba el pelo al cero a Sansón

y en la última fila del cine, con calcetines aprendimos tú y yo.

 

Juegos de manos, a la sombra de un cine de verano.

Juegos de manos, siempre daban una de romanos.

 

En la Calle Real y en esta época, que bien saben las castañas. La gente paseaba, miraba tiendas, compraba y sobre todo se vivía en la ciudad.

Después del cine era imprescindible una visita a la barrera una taza de vino un cerveza o un refresco, con sus tapas y entre risas, amigos y vecinos llegaba la hora de caminar hacia la Ciudad Vieja a tomarse algo nos sentábamos en la plaza de Azcárraga (ya se le podía llamar botellón) y que bien se pasaba. Eso si no recuerdo romper papeleras ni farolas, pero si reírme mucho y buscar algún portal oscuro para robar un beso.

Los Mallos, la Calle Barcelona, Montealto todos los barrios vivían la ciudad.

Hoy la gente corre en sus coches soporta atascos para ir al cine o para encontrar donde dejar el coche en algún parking subterráneo de algún centro comercial.

Subir por escaleras mecánicas, y pasarse la tarde dentro de un edificio lleno de salas donde venden de todo y nos alejan de la ciudad.

El gran reclamo de estos espacios son los cines es lo que los llena los fines de semana.

La gente llega a toda velocidad por alguna avenida gira a la derecha y ya llegamos al gran centro comercial. Compramos algo, tomamos algo vemos una película, cenamos y con la cabeza embotada del aire acondicionado le decimos a los amigos ayer baje a La Coruña.

Pues no señores no. No somos Americanos ni queremos ser lo no quiero pasarme el día encerrado entre paredes.

Quiero ver el mar, quiero pasear, quiero sentirme vivo en mi ciudad.

2 comentarios:

  1. Es lo que sentimos los auténticos coruñeses.

    Esto ha sido el resultado de una programación de hace más de quince años diseñado por el cacicazgo de Paco Vázquez. Esto es la consecuencia de una política autocrática y personalista sin la participación de la ciudadanía. Que ha querido convertir una ciudad clónica y macdonalizada. Acabando con lo propio y autóctono de lo gallego y coruñés. Han traído arquitectos foráneos, teniendo una autóctona universidad y teniéndo una arquitéctura con estilo coruñesa como nuestras cristaleras de la marina, nustros bellos pombales, etc.
    Han dejado a las multinacionales saquear el dinero de los coruñeses para fuera, dejando sin circulante a la ciudad. Esto no pasa en Navarra ni en el pueblo vasco.

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  2. No creo que el problema deba de enfocarse como un enfrentamiento entre los grandes centros y el pequeño comercio. Me parece demagógico hacer tal cosa y me parecería un error colosal - un error más que llevaría a un nuevo empobrecimiento de la ciudad - que se plantease un debate político en esos términos.

    Más bien, me parece que es una cuestión de tener o no tener un proyecto para la ciudad. Cuando no se tiene (que es y ha sido el caso) se acaba desnaturalizando la ciudad y empobreciéndola irremediablemente. Se pierde la identidad propia y se convierte un núcleo urbano costero, naturalmente marítimo, históricamente español y gallego, en una ciudad no se sabe cómo "hermanada" con Londres. Con la que, cualquier parecido, como es evidente, es mera coincidencia.

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